El sábado primero de diciembre, nos enterábamos del fallecimiento de Onofre Lovero, sinónimo de teatro independiente en nuestro país. Todos los que amamos el teatro somos deudores de él. Todos somos beneficiarios de su esfuerzo constante por nuestra cultura. Todos nos nutrimos de su sabiduría. Todos nos vimos enaltecidos por su dignidad artística. Pero no todos tuvimos el inmenso honor de tratarlo personalmente. No todos podemos hablar en primera persona del plural para decir algo sobre de Onofre Lovero. Por eso le pedí a mí amigo Kado Kostzer que me ayude para que este espacio pueda homenajear también a este gigante de nuestro teatro y le agradezco enormemente esta colaboración.
Roberto Famá Hernández
Fotos y programas pertenecen al Centro de Documentación de Teatro y Danza.
Onofre Lovero y Kado Kostzer |
Mi
adiós al Gran Amante
por Kado
Kostzer
Recurrir al muy farandulesco: “Onofre salió de
gira”, sería un lugar común para un personaje tan excepcional, un eufemismo que
a él no le gustaría. ¡Onofre ha muerto!
El habitual caos del tránsito de la Av. 9 de Julio
se agrava por un paro en el servicio de subterráneos. La elevada columna
mercurial no ayuda. El cortejo fúnebre de Onofre Lovero que partió de la
Legislatura de la Ciudad, y debe pasar por la puerta del teatro que él fundó y
construyó (el actual Payró), avanza morosamente. En un coche que comparto con
su nieto y un par de personas más reina un humor tenue y respetuoso (así le
hubiera gustado al difunto) Desde lejos, en medio de la congestionada arteria,
vemos una silueta femenina que hace grandes gestos y vocifera. Nos inquieta la integridad
física de la alterada dama, ¡una loca! Ya cerca de ella sus gritos se convierten
en palabras, palabras exaltadas que quieren transformar la ignorancia e
indiferencia en conocimiento y conciencia.
- ¡Dejen pasar a un grande! Onofre Lovero, un
grande. ¡Señores, ahí va un grande! ¡Que pérdida! –vocifera.
La calificada apresuradamente como loca no es tal, sino una lúcida. Ese
“grande”, que con frecuencia la irrefrenable pasión popular desperdicia en
banales personajes de la tele o deportistas humanamente despreciables, es el
adjetivo justo para definir a un hombre excepcional.
Onofre ha muerto. Los que tuvimos la suerte de
compartir sus justas luchas, gozar su deliciosa charla, seguir sus nada
petulantes enseñanzas, admirar su sentido de la ética, y también atemperar sus
iras, extrañaremos por el resto de nuestras vidas tan generoso y refinado
espíritu de artista.
En mi infancia tucumana, cuarenta años antes (quizás
más) de ese 3 de diciembre del 2012, el nombre de Onofre Lovero ya me dice
mucho a través de las secciones teatrales de los diarios y de los viajeros que
ven sus espectáculos en ¡el Teatro de los Independientes! con obras de calidad,
excelentes producciones, actores competentes, puestas plenas de creatividad...
En el invierno de 1960 lo compruebo personalmente. “Bataclán” reúne un elenco
inmenso, exige innumerables cambios de escenografía en sus 26 cuadros. Mis asombrados e inmaduros ojos de niño no pueden creer
tanto despliegue, tanta maestría, casi magia, para coordinar y hacer funcionar
a la perfección el complicado planteo escénico en un estrecho recinto.
Años más tarde, me sucede lo que es habitual en
esta profesión del teatro: Uno termina siendo colega, y mejor aún, también
amigo de la gente que en su infancia le parecía inalcanzable.
Momentos:
Onofre, en 1987, entregándome el carnet (por él
firmado y que aún conservo) de miembro de la Asociación Argentina de actores, institución
de la que en ese momento es Presidente.
Soy parte de los privilegiados que integran la
conmovida platea del Payró (su teatro) en la celebración de sus 80 años.
Comentando extasiados, más de una vez, cada
actuación virtuosa de Helen Mirren (cuya foto Onofre lleva en la billetera)
Días después del estreno de “The Queen” (magistral composición de Mirren), descubro
un tesoro. ¡Una revista de decoración que muestra ampliamente la sobria y
acogedora casa de la actriz inglesa! A Onofre, pícaro y curioso, le encanta
“penetrar” en esa intimidad.
Yo, ya acostumbrado a sus empecinamientos de
hacerse cargo de la totalidad de las cuentas de mesas compartidas en bares y
restaurantes, pactando a escondidas con los mozos para que no le recibiesen el
dinero. O con la excusa de ir al toilette, pagando en el mostrador. Como
corolario ¡la ira de Onofre! Luego, “ya alertado” de mis estrategias se
apresura a aplicarlas con éxito ¡antes que yo!
En las reuniones de directorio PROTEATRO, y frente
a temas serios, y no tanto, yo asumiendo el rol de incisivo comentarista,
largando exabruptos solo por el placer de verlo sonreír. Y este improvisado comediante
más que alagado ante la alegría del patriarca que transforma en cabecera cualquier
sitio de la mesa en que se ubica.
“¡Apenas discípulo!”. Era su réplica ante el “¡Maestro!”
que a cada rato recibía de teatristas y neófitos. Como era un hombre honesto,
incapaz de apropiarse de algo que no le perteneciera, me explicó una vez el
origen. Había tomado la frase de Raúl de Lange, un genio dueño de un arte muy
particular, al que un admirado Onofre le cedía periódicamente su escenario de
San Martín 766 para legendarios recitales.
La despedida
Onofre ha muerto. El Teatro Independiente, del
cual su nombre es sinónimo, seguirá vivo. Ese fue siempre su más ferviente
deseo. Así lo reiteran los conmovidos discursos de colegas y amigos en el
Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita. Mis tímidas palabras son más
escuetas y relato un episodio que me sucedió: Ante la pregunta de un extranjero,
desconocedor de la actividad escénica argentina, sobre el lugar que ocupaba
Onofre Lovero en el Teatro Independiente, respondí: “No ocupa ningún lugar. ÉL
ES el Teatro Independiente”.
Un elevador, de engranajes chirriantes, casi
plañideros, deposita su féretro en el segundo subsuelo del panteón lleno de placas
de bronce (que sustituyen para siempre a las marquesinas) con nombres famosos y
no tanto. El nicho asignado está a considerable altura, parece imposible llegar
hasta ahí. Ante la ausencia de personal de cementerio, somos los amigos los que
debemos ubicarlo. Luego de muchos esfuerzos y maniobras (la situación es muy
teatral y esta vez dirige las acciones Laura, su viuda), por fin, (momento
siempre escalofriante) el pesado cofre con los despojos mortales de quien fue
Onofre Lovero se pierde en el estrecho hueco. A la manera de suspiro exclamo: “¡Onofre
nunca fue fácil!”. Hay sonrisas, sin embargo reina en el recinto una triste y
apesadumbrada sensación de orfandad. Observo las placas de los vecinos, que en
este caso son vecinas. ¡Al lado de Nélida Roca! ¡Arriba de Ethel Rojo! Nada mal
para un reconocido Don Juan. Gran final con mucha emoción. El Primer Actor, el
Hombre de Teatro, me imagino, no tiene problema alguno de compartir con las
vedettes nuestros sentidos e interminables aplausos.
P.S.
Al comenzar a escribir esta semblanza por
¡caprichosa razón! mi computadora (tonta por naturaleza brillante en esta
ocasión) cada vez que escribía Lovero
se empeñaba en cambiarlo por Lover.
Me pareció divertido que Onofre se transformara en Lover. Por otra parte era lógico. Lover en inglés es amante.
Y el sustantivo lo define muy bien. El fue el Gran Amante. Amante del teatro.
Amante de la buena comida. Amante de bellas mujeres y selectas compañías.
Amante del arte, del conocimiento y de la cultura. Amante de las causas justas
y solidarias. Un amante de la vida que se empeñó en vivirla pantagruélicamente.
Hasta su último momento nada le fue indiferente, desde lo más cotidiano hasta
lo más sublime.
2 comentarios:
Preciosa necrológica, querido Kado.
Gracias.
Desde la distancia este nombre, Onofre Lover(o), suena aún más fuerte, rebotando en las paredes de mi por momentos muy dolorida, y dolorosa, memoria.
Un abrazo
Gracias, muchas gracias Kado!
Publicar un comentario