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Pablo Podestá, entre le escenario y la locura

PABLO CECILIO PODESTA.-

Músico, dibujante, actor de circo criollo y teatro.-



Por Roberto Famá Hernández

Fue el hermano menor de los Podestá, la gran familia artística dirigida por José Podestá (Don Pepe o Pepino el 88), fundadores de nuestro teatro criollo. Aprendió los secretos del circo al momento que aprendía a caminar y a los ocho años ya era un acróbata mimado por el público.

Cuando su hermano y guía, Pepe, decidió ir dejando el circo y formar compañía teatral, Pablo se recibió inmediatamente de actor, y al lograr hacerse un nombre como tal, formó su propio elenco, estrenando en su larga carrera los mejores dramas de Florencio Sánchez y otros grandes autores criollos de la época. 

En 1908 presentó Muerte civil, de Paolo Giacometti, famoso drama frecuentado por los primeros actores europeos. En Montevideo la crítica comentó que, “después de la escena de la muerte, la aprobación del público se transformó en un verdadero delirio”, y opinaron que Podestá superaba a los grandes divos italianos. 

Ese año Pablo, de 33, se casó con Olinda Bozán de 16 años; la unión sólo duró un mes y la jovencita abandonó la compañía. “Tenía un carácter terrible”, recordó ella más tarde.  “Yo quería casarme en realidad con los personajes que ese hombre creaba y no con él”.

En 1912, se estrenó La montaña de las brujas, poema trágico de Julio Sánchez Gardel, que usa la alegoría del vuelo de un cóndor en el personaje escrito especialmente para Pablo, que realizó un notable y expresivo trabajo con su cuerpo. 

En 1914 estrenó La leyenda del Kacuy, de Carlos Schaefer Gallo, y para lograr el lamento del ave mitológica, Pablo encontró el sonido en su violonchelo con dos notas prolongadas que causaban penetrante emoción. 

En 1915 fue el protagonista de la película Mariano Moreno y la Revolución de Mayo, dirigida por el dramaturgo Enrique García Velloso. 

En 1917, cuando estrenó La fuerza ciega, de Vicente Martínez Cuitiño, entre el público estaba el director francés Aurélien Lugné-Poe, que lamentó después en París, que Pablo no hubiera trabajado en su teatro, aceptando su invitación y el contrato ofrecido después de admirar sus “incomparables dotes artísticas”.

Los que lo vieron actuar aseguraron que no tuvo rival en la escena y lo recordaron siempre como el más grande de nuestros actores.
De oído tocaba guitarra, violín y violoncello, y por intuición componía música que llevaba al papel su hermano Antonio. Era muy buen dibujante. Fue cantor, escultor y dramaturgo, escribiendo "Miseria", que él mismo representó.
Estando en Rosario, año 1919, evidenció los primeros síntomas de la locura que lo alejó del teatro y lo llevó a la tumba cuatro años después.

Tanto Carlos Gardel como José Razzano, fueron grandes amigos suyos y en ese tiempo del 19 al realizarse una función a su homenaje en el teatro "Avenida", intervinieron con sus voces junto a los mejores artistas de ese tiempo.
A poco tiempo de ese gran homenaje a Pablo Podestá, a José Razzano hubo que internarlo en un sanatorio donde le hicieron una delicadísima operación quirúrgica en la garganta. Ya convaleciente, sujeto a restricciones muy severas como la prohibición de hablar, Gardel solía ir a buscarlo los días de sol para hacer un corto y silencioso paseo. 

La casa de salud donde Pablo Podestá estaba recluido era próxima al sanatorio, y, en uno de aquellos paseos, Razzano y Gardel se encontraron con Pepe y Antonio Podestá que iban a visitar a su hermano Pablo. «Muchachos -dijeron-. Vengan con nosotros a verlo...» Gardel les explicó que Razzano no podía hablar. Ellos insistieron. Entraron. Pablo los reconoció de inmediato, abrazándolos en forma conmovedora. -«¡Canten! ¡Canten!... -les pedía». 
Gardel le hizo comprender que Razzano no podía ni hablar. -«¡Cantá vos, Carlitos!... -le dijo-. Cantáme "Amargura"...» Trajo su violoncello del que nunca se separó y sin una vacilación lo acompañó a Gardel excelentemente bien. 

La voz de Carlos Gardel se quebraba por la emoción. Todos, escuchando, contenían lo suyo. Pero el semblante de Pablo estaba transfigurado en un éxtasis dichoso, porque una luz de paz rasgaba los velos de su locura.

Pablo Podestá falleció en Buenos Aires el 26 de abril de 1923.

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