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Estas imágenes reproducen el programa de la presentación de Miguel de Molina el 03 de marzo de 1943 en el Teatro Cómico de Buenos Aires Por su gran tamaño lo ofrecemos en imágenes parciales también para que haciendo click sobre ellas puedan verse en todos sus detalles el elenco que lo acompañaba y el repertorio. El original pertenece a la colección privada de Roberto Famá Colecciones Teatrales
Miguel de Molina, cansado de las prohibiciones para poder actuar, y con la urgente necesidad de ganar dinero, consigue de un amigo un pasaporte para viajar a Buenos Aires, quien además le acompaña para cruzar el charco y vivir con él. Es el año 1942 y el artista acaba de cumplir 34 años.
En la capital argentina triunfa allá donde actúa y adquiere una casa en propiedad que va llenando con sus múltiples pertenencias adquiridas con el dinero que va ganado. Sin embargo un día recibe una orden de que debe abandonar el país, por orden de la embajada española, sin más explicaciones. Pero antes pasará siete días en la cárcel y cuando sale para ser embarcado rumbo a España le habrán quitado todo el dinero que tenía, así como sus pertenencias de la casa: cuadros, joyas, antigüedades, marfil, etc. Precisamente será su amigo, y quien le consiguió el pasaporte, uno de los que más le expoliaron. Miguel de Molina estaba predestinado a estos desengaños.
Cuando vuelve a España se ve obligado a malvivir y descubre que todas sus desgracias: la explotación en las actuaciones durante los primeros años del franquismo, la paliza, la prohibición de actuar, su expulsión de Buenos Aires, etc. se deben a un mismo personaje: un alto funcionario de Asuntos Exteriores del gobierno de Franco al que no conoce ni ha visto jamás. Un alto funcionario que además es homosexual y quiso destrozar a Miguel de Molina probablemente por que él quiso ser como el artista y nunca lo consiguió.
Viaja entonces a México y vuelven los problemas. Miguel de Molina está teniendo un notable éxito allá donde actúa, pero los teatros son controlados por un sindicato que preside Jorge Negrete. Algunos enviados avisan a Molina que debe someterse a las leyes que marca Negrete, pero Miguel se niega. A partir de ahí se le intentan «reventar» algunos espectáculos; colocan petardos en sus actuaciones e incluso una de ellas es interrumpida con grandes gritos por el secretario de Negrete: ni más ni menos que Mario Moreno «Cantinflas».
El gobierno de Argentina ha cambiado y Miguel de Molina recibe una llamada de Eva Perón para que actúe en Buenos Aires en un festival benéfico. Hasta allí viaja Miguel y le cambia la vida. Firmará contratos con multitud de empresarios y vive 14 años.
En 1957 vuelve a España y recorre toda la geografía española actuando, aunque tiene que aguantar todas las crónicas que en su contra se escriben por su condición de homosexual y republicano.
A los 52 años se retiró del mundo del espectáculo.
A finales de 1992 a los 84 años, y cuando ya vivía de nuevo en Argentina el rey Juan Carlos I le otorgó, por medio de la embajada, la Orden de Isabel la Católica, el embajador, en nombre del rey dijo que «Miguel de Molina se lo merece. Ha sido el mejor en el renacer actual de la copla y sigue siendo el maestro indiscutido de todos. Sirva esta medalla de sentido reconocimiento y homenaje a su entrañable labor representando lo más noble y profundo de España».
Miguel de Molina manifestó entonces que desde 1940 a 1992 habían pasado 52 años, «es cierto que en España, gracias a la democracia, a su majestad y al pueblo, se barrió el fantasma de Caín...pero yo sentía que esa reparación, que quería simbolizarse en la medallita, me llegaba demasiado tarde. De 1940 a 1992 España tardó cincuenta y dos años en darse cuenta de que habían tronchado la vida de un hombre que hubiera querido crecer artísticamente y desarrollarse en la tierra donde nació, sin ser ingrato con la Argentina que me cobijó».
Tres meses después la muerte le sorprendió en su casa de Buenos Aires.
Estaba punto de cumplir 85 años y dicen que como en su famosa copla, hubiese querido cantar como despedida a la sociedad; «Na te pido, na te debo».
Sus restos descansan en un panteón del cementerio porteño de la Chacarita, en Buenos Aires, muy lejos de la luminosa Málaga que lo vio nacer.A su tumba nunca le faltan flores
En la capital argentina triunfa allá donde actúa y adquiere una casa en propiedad que va llenando con sus múltiples pertenencias adquiridas con el dinero que va ganado. Sin embargo un día recibe una orden de que debe abandonar el país, por orden de la embajada española, sin más explicaciones. Pero antes pasará siete días en la cárcel y cuando sale para ser embarcado rumbo a España le habrán quitado todo el dinero que tenía, así como sus pertenencias de la casa: cuadros, joyas, antigüedades, marfil, etc. Precisamente será su amigo, y quien le consiguió el pasaporte, uno de los que más le expoliaron. Miguel de Molina estaba predestinado a estos desengaños.
Cuando vuelve a España se ve obligado a malvivir y descubre que todas sus desgracias: la explotación en las actuaciones durante los primeros años del franquismo, la paliza, la prohibición de actuar, su expulsión de Buenos Aires, etc. se deben a un mismo personaje: un alto funcionario de Asuntos Exteriores del gobierno de Franco al que no conoce ni ha visto jamás. Un alto funcionario que además es homosexual y quiso destrozar a Miguel de Molina probablemente por que él quiso ser como el artista y nunca lo consiguió.
Viaja entonces a México y vuelven los problemas. Miguel de Molina está teniendo un notable éxito allá donde actúa, pero los teatros son controlados por un sindicato que preside Jorge Negrete. Algunos enviados avisan a Molina que debe someterse a las leyes que marca Negrete, pero Miguel se niega. A partir de ahí se le intentan «reventar» algunos espectáculos; colocan petardos en sus actuaciones e incluso una de ellas es interrumpida con grandes gritos por el secretario de Negrete: ni más ni menos que Mario Moreno «Cantinflas».
El gobierno de Argentina ha cambiado y Miguel de Molina recibe una llamada de Eva Perón para que actúe en Buenos Aires en un festival benéfico. Hasta allí viaja Miguel y le cambia la vida. Firmará contratos con multitud de empresarios y vive 14 años.
En 1957 vuelve a España y recorre toda la geografía española actuando, aunque tiene que aguantar todas las crónicas que en su contra se escriben por su condición de homosexual y republicano.
A los 52 años se retiró del mundo del espectáculo.
A finales de 1992 a los 84 años, y cuando ya vivía de nuevo en Argentina el rey Juan Carlos I le otorgó, por medio de la embajada, la Orden de Isabel la Católica, el embajador, en nombre del rey dijo que «Miguel de Molina se lo merece. Ha sido el mejor en el renacer actual de la copla y sigue siendo el maestro indiscutido de todos. Sirva esta medalla de sentido reconocimiento y homenaje a su entrañable labor representando lo más noble y profundo de España».
Miguel de Molina manifestó entonces que desde 1940 a 1992 habían pasado 52 años, «es cierto que en España, gracias a la democracia, a su majestad y al pueblo, se barrió el fantasma de Caín...pero yo sentía que esa reparación, que quería simbolizarse en la medallita, me llegaba demasiado tarde. De 1940 a 1992 España tardó cincuenta y dos años en darse cuenta de que habían tronchado la vida de un hombre que hubiera querido crecer artísticamente y desarrollarse en la tierra donde nació, sin ser ingrato con la Argentina que me cobijó».
Tres meses después la muerte le sorprendió en su casa de Buenos Aires.
Estaba punto de cumplir 85 años y dicen que como en su famosa copla, hubiese querido cantar como despedida a la sociedad; «Na te pido, na te debo».
LAS SIGUIENTES IMAGENES PERTENECEN A LA COLECCION PRIVADA DE LA FUNDACION MIGUEL DE MOLINA
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