Desde el último tercio del Siglo XIX las diversas olas de inmigrantes, preservando su identidad cultural y social en la nueva tierra, dieron lugar a infinidad de asociaciones civiles de colectividades por lugar de origen o por filiación política, tanto de anarquistas como socialistas y en años posteriores a exiliados republicanos durante la Guerra Civil Española.
Aquellas manos obreras trajeron un equipaje solidario, cultural y libertario que rápidamente se expandió por todo el país y en las sedes de sus agrupaciones sociales nunca faltó ni la biblioteca ni el “salón de fiestas” con su correspondiente escenario para que los músicos y elencos filodramáticos pudieran brindar su arte, porque con el arte se podía superar y aprovechar de una manera enriquecedora la problemática del desarraigo y la dificultades que implican el echar nuevas raíces en tierras extrañas.
Hacia 1924 se registraban, en la Capital Federal cerca de 150 espacios de diferentes agrupaciones y en 400 pueblos y ciudades de todo el país, más de 500 escenarios, entre medianos y grandes, donde se desarrollaban actividades musicales y teatrales. Un ejemplo a imitar resultaba el Vorwarts, de Rincón 1141 con capacidad para 600 personas, perteneciente a la colectividad alemana, una de las colectividades con mayor nivel organizativo o bien, el escenario de La Casa Suiza sobre la calle Rodríguez Peña que sobrevivió hasta hace muy poco y fue el reducto predilecto de la cultura afro desde los tiempos de Sarmiento hasta nuestros días. El que sí ha sobrevivido casi intacto es el Teatro Verdi, construido para lucimiento del arte lírico en pleno corazón del barrio de La Boca.
Teatro Verdi hoy |
Un tercio de estos espacios pertenecía a agrupaciones de origen italiano, algo similar sumaban las españolas y luego de otras nacionalidades junto a agrupaciones anarquistas o socialistas conformaban el tercer tercio. Muchos de esos escenarios hicieron luego posible que el teatro comercial de aquellos años, pudiera salir de gira por el país. Fueron las agrupaciones sociales las que tejieron esa red de espacios escénicos y no los Estados provinciales o el nacional que no se ocuparon de construirlos.
La ruta escénica más transitada hacia inicios del Siglo XX era desde Buenos Aires, camino a Rosario y luego a Uruguay cerrando el triángulo en Montevideo; circuito creado por “obra y gracia” de las agrupaciones artísticas anarquistas y socialistas que necesitaban evadirse de la persecución policial, no quedándose fijos demasiado tiempo en un lugar y refugiándose en las distintas “sociedades de resistencia” denominación que se les daba a las asociaciones gremiales por oficios, que mayormente existían en pueblos y ciudades de ese circuito.
Un repaso por los diarios de la época, nos permite dar cuenta que en Buenos Aires existían no menos de 42 agrupaciones o elencos filodramáticas de origen socialista o anarquista, en Rosario no menos de 10 y en Santa Fe al menos 6.
El primer objetivo de estas agrupaciones filodramáticas era la difusión de sus ideas libertarias mediante el arte escénico; las funciones se iniciaban habitualmente con un himno obrero, como “Hijos del Pueblo”
Hijo del pueblo, te oprimen cadenas | y esa injusticia no puede seguir. | Si mi existencia es un mundo de penas | antes que esclavo prefiero morir. | Esos burgueses, asaz egoístas | Que así desprecian a la Humanidad, serán barridos por los anarquistas | al fuerte grito de libertad.Luego se presentaba el drama social o “boceto” y al término una conferencia dogmática o bien un debate abierto. No olvidemos que para estas agrupaciones filodramáticas lo importante no era hacer una función artística frente al público, sino con el público, el éxito era lograr que el espectador se involucre, se conmocione con lo que estaba sucediendo sobre el escenario
Tanto para las agrupaciones políticas como para las agrupaciones de colectividades de origen, otro objetivo importante de cada función era la recaudación de fondos por venta de entradas y de rifas que se vendían antes y luego de la función, muchas veces con premios importantes; o una máquina de coser que ayude a solventar la economía familiar o un revólver con su correspondiente caja de balas en algunas agrupaciones anarquistas.
Lo recaudado en las agrupaciones de colectividades de origen era mayormente dirigido al sostén económico de la agrupación y asistencias de salud de la comunidad a la que representaban, mientras que en las agrupaciones socialistas y también en las anarquistas, buscaban solventar sus publicaciones periódicas o dar sostén económico a las familias de aquellos militantes presos, muertos o deportados, o bien, hacían contribuciones solidarias con los huelguistas de tal o cual conflicto.
Las funciones, pese a no ser profesionales eran muy convocantes, el promedio era de 250 asistentes por función, las que llegaban a 500 entradas eran consideradas un éxito pero no eran tampoco propio de raras excepciones, acontecían sobre todo en determinadas fechas de patronos de cada ciudad de origen o en fechas tales como el 1° de mayo entre las agrupaciones políticas o sindicales o bien, cuando de la conferencia dogmática o del debate participaban figuras destacadas, como Alfredo Palacios entre los socialistas u otros referentes sociales de la época.
Estos grupos filodramáticos no sólo dieron lugar a infinidad de escenarios en el país, sino que de ellos surgieron grandes nombres de la dramaturgia rioplatense como Florencio Sánchez, Roberto J. Payró, José de Maturana, José González Castillo, Armando Discépolo y muchos más. La mística libertaria de estos elencos ha parido luego a nuestro teatro independiente de ayer y de hoy, del que se alimenta el teatro comercial, el oficial y el cine y la Tv, ya que es la usina, la fragua donde se forjan los artistas de nuestra escena, valorados en el mundo por su creatividad y capacidad interpretativa.
Antiguo Teatro Argentino |
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